La rebelión sensata
La ocupación del espacio literario por las mujeres renueva el decir. Representarse a sí mismas en la coincidencia del lenguaje, reelaborar un pensamiento sin jerarquías en la subjetividad de un poema o con el enfoque de una historia, pone en colisión los referentes de lo cercano y un modelo personal de significar.
Todo es materia de lo mismo, el curso de la realidad transita lo primordial; comunica, revela un hallazgo, es mediador.
Aquel locus interno de sensibilidad arquetípica padece ya un cierto desgaste. Hoy, lejos de dualismos metodológicos, volcamos la carga de sensaciones en la emoción creadora del texto.
Socialmente dispuestas, el argumento de la condición, las patrias chicas o el halo nuclear van resolviendo matices de esa cosmogonía de ruidos ocultos: afirmar, decir lo indecible, el despliegue de sí.
La exigencia reclamada a la acepción simplista de manos que cortan estrellas ha crecido; por tanto, si las culturas progresan dialécticamente, en ese ámbito, conformamos, no una nueva señal sino una densa corriente de pensamiento posmoderno. La inclusión puede alcanzar el nivel crítico, en reciprocidad, en absoluta igualdad.
Sostenerse en el yo -hay expresión de género- instaura al sujeto acogido. Considerando la acotación el grado de sentido, la diferencia o la experiencia vital, determinan nuestra voz. Descarga semántica, voluntades, tonalidad adaptada, estructura… Representamos lo evidente: un corpus de interacción plural, con identidad histórica y de carácter dinámico.
El criterio estético o la importancia en la complicidad del recorrido adquieren naturaleza sustantiva. En cierto grado, aún somos poseedoras del tamiz de lo simbólico, pero la lógica del habla afectada -desafiada- en el terreno formal, es solo cuestión de estilo.
¿Puede así una actitud beligerante propia delimitar una disciplina diferencial en los pensamientos? Si establecemos la certeza, la raíz viva que guarda el discurso -reformulado o no- enlaza con las teorías críticas sobre el lenguaje, sobre su uso y apropiación.
Liberamos intenciones pues escribir es singularidad humana y también un acto de revolución, de modificación en términos compartidos. Unas veces se satisface la inteligencia y otras se trabaja la emoción pero en la primacía del encuentro dialógico con la escritura, todas las miradas sirven para adecuar la verdad, en la medida que se aproximan a la representación del mundo, de un mundo observado, inmediato, construyendo, capturando el tiempo, atravesándolo con las palabras.
Texto dedicado a Oliva Blanco (impulsora y alma de la colección Añil-Feminista) publicado originalmente en la Revista Cuadernos de CLM año 2003 y que aparece, a modo de introducción, en el libro FELICIDAD RESITE de María Muñoz recién editado en Añil Literaria de Almud Ediciones.