Almagro y la restitución del legado literario
Este año, el festival de teatro clásico de Almagro ha destacado por una insólita y ejemplar programación donde las autoras clásicas se encuentran presentes. Y esa propuesta no solo proyecta una mirada más completa y rica de nuestra literatura clásica puesto que en ella están incluidas muchas más voces, sino que constituye un nuevo y mejorado planteamiento y un esperado cambio de perspectiva sobre la creación literaria del Barroco, en concreto, y sobre la creación literaria en general. Un barroco que se nos presenta -esta vez sí- como un constructo colectivo de escritoras y escritores. Algo que nos ha costado mucho reconocer. Por ello, hay que felicitar a Ignacio García, el director que se atrevió a programar así este inolvidable festival.
Este año, como nunca antes, hemos tenido la posibilidad de acercarnos, ver y disfrutar de la producción de nuestras autoras clásicas. Ellas forman parte sustancial de nuestra literatura clásica y sin embargo son muy difíciles de ver en los escenarios: María de Zayas, la dramaturga Ana Caro de Mallén, la grandísima Sor Juana Inés de la Cruz, la poeta Florencia Pinar…entre otras más, de las que no solo tenemos las representaciones de sus obras, sino también espectáculos que se han inspirado en su producción, abriendo de esta manera, una recreación sobre su legado que tiene un recorrido extenso y que estábamos necesitados de conocer.
La producción de estas autoras se ha visto mediatizada por factores que han pesado sobre el colectivo de mujeres, como la dificultad para el acceso a la cultura y a la educación o para la profesionalización y la ocupación del espacio público. Todo ello hace que su literatura se nutra de otras vivencias, su mirada se fije en otros temas o adopte otra perspectiva, los géneros se aborden de otra manera. Así, el desengaño barroco tiene distintas expresiones en María de Zayas, atravesada por su condición de mujer, que en Quevedo, con su perspectiva masculina. La temática amorosa se enfrenta desde distintas posturas y eso enriquece los caracteres dramáticos o la expresión lírica. Toda esa creación femenina, la particularidad de sus voces contribuye, sin duda, a engrandecer la mirada sobre la literatura barroca, excesivamente centrada hasta ahora en creaciones y perspectivas masculinas: del honor, el amor, la deslealtad o las expectativas y anhelos conocíamos lo que ellos nos plantearon y dijeron. Almagro nos ha proporcionado la posibilidad de completar ese panorama y de entender que toda esta literatura de autoría femenina se enmarca en la creación literaria barroca universal. No podremos conocer el Barroco -ni ninguna otra época – si no contamos con la creación literaria de ellas. Esa impagable y universal mirada sobre la literatura clásica es la gran aportación del festival de Almagro de este año. Y resulta un cambio fundamental.
Ignacio García, el director del festival a quien hay que agradecer esta estupenda apuesta, comentaba que nos encontrábamos ante un festival “feminista”. Personalmente, pienso que ha sido el impulso “feminista” del director lo que ha conseguido que nos encontremos ante un festival, sencillamente, bien hecho. Un festival de teatro que ha optado por hacer una programación que contemple la riqueza y variedad de voces de un barroco diverso y complejo, en lugar de seguir el constreñido planteamiento de un barroco donde solo las obras masculinas tenían cabida. Desde hace décadas disponemos de numerosos estudios que aquilatan la calidad y el interés de esta producción femenina, nada nos excusaba esa ausencia.
Pero la propuesta de Ignacio va más allá. Este panorama de la creación literaria barroca que propone Almagro, lo que además consigue -y esto constituye uno de sus principales logros- es comenzar una reparación del legado literario que estaba pendiente de restitución. Un legado que a todos, mujeres y hombres, nos escamoteaba creaciones literarias. Por eso, su restitución a todos beneficia porque nos devuelve una visión más completa de la literatura de esa época.
Por todo ello, esta edición del festival de Almagro constituye un referente absoluto en la programación teatral. Porque considera la concepción de la creación literaria de esa -y de cualquier- época como compartida por escritoras y escritores, porque abandona la mirada obtusa que solo se fija en las producciones masculinas y porque nos devuelve a todos parte de nuestro legado literario, para conocerlo y disfrutarlo.
Ese planteamiento universal de la creación literaria es lo que convierte la edición de este año de Almagro en un referente absoluto de programación teatral, un modelo a seguir. Ahí está, se puede hacer.