La excelencia de Pym
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El título del libro incita a dedicarle unas líneas, aunque si me he puesto a ello es porque es francamente notable.
En primer lugar, porque muestra hasta qué punto la sombra de Jane Austen es alargada y generosa, hasta qué punto sus páginas son uterales para un montón de escritoras británicas, hasta qué punto creó una tradición en la que podían guarecerse.
Como la gran Austen, a Barbara Pym le basta el primer capítulo para presentar, ¡y cómo!, los principales personajes y entresijos del libro. Un pequeño mundo (aunque contiene otros) de donde no se mueve ni que la maten. Virginia Woolf dijo de Austen que «apunta derecha al blanco, y sabemos exactamente dónde se encuentra este blanco en el mapa de la naturaleza humana. Y lo sabemos porque Jane Austen [cambien Austen por Pym, o añádanla] se mantuvo fiel a su voto y nunca fue más allá de sus límites».
En Mujeres excelentes, el límite es el aparentemente pequeño mundo de Mildred Lathbury, una mujer de treinta y pico, lúcida y aunque desengañada jamás cínica, que se mueve por un Londres modesto, pueblerino y escasamente imperial que todavía enseña —estamos en 1952— heridas de guerra.
Inmersa en una trama mínima, Mildred Lathbury narra de viva voz lo que hace, cómo se relaciona con gente diversa y participa al público lector —además del aire de una época— sus pensamientos y sentimientos. Esto no limita en absoluto a Pym sino que le permite lo que de un modo u otro siempre busca la literatura: poner al descubierto la naturaleza humana.
Pym se sirve de Mildred Lathbury para abordar las relaciones entre mujeres y entre mujeres y hombres; para dibujar la existencia y consideración de las solteronas (se constata que, según cómo, las cosas han cambiado mucho y según cómo, poco); para mostrar los litigios religiosos dentro del cristianismo; para bordar el costumbrismo y crear una obra de arte. La aleja de Austen que su heroína tenga habitación propia, que no se haga ilusiones y, sobre todo (el tiempo no pasa en vano), la ausencia de final feliz.
Pym aprovecha lo que conoce. Por un lado, durante la Segunda Guerra Mundial, sirvió en el Women’s Royal Naval Service y más tarde trabajó en el International African Institute de Londres lo que explica su conocimiento de primera mano de las oficiales del servicio naval o la presencia en carne y huesos de la antropología en Mujeres excelentes. Por otro, su madre estaba muy ligada al anglicanismo.
Quizás el rasgo más característico de la novela sea la constante y punzante, ironía —profunda y reflexiva—. Envuelve un lenguaje precioso y redondea y concluye agudos y sutiles análisis. Siempre agridulce, el libro tiene el mismo punto triste y melancólico que Las Torres de Trebisonda de Rose Macaulay, otra grande; las hermana también el interés por las religiones.
Barbara Pym (1913-1980) es una de las novelistas inglesas destacables del siglo pasado. Por ahora, se han traducido cinco novelas, todas perfectamente recomendables.
Barbara Pym. Mujeres excelentes. Trad. Jaime Zulaika. Barcelona: Gatopardo ediciones, 2016. 320 pàgines